martes, 24 de noviembre de 2020

Lecturas recomendadas

 Los canales de Marte

En 1877 (como hoy) el planeta Marte se hallaba a una distancia de la Tierra de 99 millones de kms. Los astrónomos euro­peos con teles­copios recientemente perfec­cionados se preparaban para lo que era en­tonces la más cuidadosa observación de nuestro vecino planetario hecha por el hombre. Uno de ellos era el italiano Gio­van­ni Schiaparelli.

En general, la vista o es­pec­táculo que ofre­cía Marte a tra­vés de aque­llos telescopios era borrosa e inte­rrumpida por la variable tur­bu­lencia de la atmósfera te­rrestre que los as­tró­nomos lla­man «vi­sión». Pero había mo­mentos en los que la atmósfera de la Tie­rra se aclaraba y pare­cía observarse con más detalle el disco de Mar­te. Schi­apare­lli que­dó atóni­to al ver una red de líneas finas y rec­tas que cubrían el disco del plane­ta. Lla­mó a estas líneas canali, que en italiano significa «ca­na­les». Sin embargo, cana­li se tradu­jo al in­glés como tales cana­les, pala­bra que implicaba clara imputa­ción de di­seño.

Las observaciones de Schiapa­relli fueron a parar a manos de Percival Lowell, diplomático desti­nado en Corea, quien fun­dó un ob­servatorio privado para estudiar el planeta Marte. Vió los mismos cana­les, amplió su descripción y elabo­ró una expli­cación.

Lowell (en la imagen) llegó a la conclusión de que Marte era un planeta mori­bundo, en el cual había existido vida adaptada a los peli­gros del planeta en cuestión. El principal de estos peligros era la escasez de agua. Lowell imaginaba que la civi­lización mar­ciana había construido una extensa red de canales para transportar agua desde los casque­tes polares hasta los lugares habi­tados en zonas más ecuatoriales. El punto más sólido del razonamiento se basaba en la rectitud de los canales, algunos de ellos descri­biendo grandes círculos duran­te miles de kms.

Lowell pensaba que tales confi­gura­ciones geo­métri­cas no se podían producir por pro­cesos geoló­gicos. Las lí­neas eran dema­sia­do rectas. Unicamente po­dían ser obra de la inteligencia.

Esta es una conclusión con la que todos podemos estar de acuerdo. La di­fe­rencia está en cuál de los dos lados esta­ba la inteligen­cia. La euforia de Lowell hizo que in­cluso viera cambiar el color de los cana­les de pardo a verde  a medida que avanza­ban las esta­ciones marcianas, y cal­culó el índice al que la vegetación de movía a lo largo de ellos, con una aproxi­mación ¡de dos decimales...!

Clyde Tombaugh, el des­cu­bridor del planeta Plutón, explicó en su día que la razón de que Lowell viera canales tenía que ver con los deta­lles de la forma en que montó su te­lesco­pio, que hacía que puntos desco­nectados apa­re­cieran como una línea. Puede que no fuera más que una mala ca­libración del instrumen­tal, y no que necesitara imagi­nar cosas.

El hombre ha visita­do, median­te son­das, casi todos los planetas del sis­tema so­lar. No hay evi­den­cias de la existencia de vida. Hoy en día, aquéllos que desean creer que la vida es algo común en el Uni­verso urgen expedi­cio­nes a Marte en busca de fósiles. La idea es que la vida (como el agua líquida) e­xistió hace un tiempo allí, aunque ahora haya desapa­recido. Según parece, aún se conserva el agua, que se encuentra atrapada en el subsuelo en forma de hie­lo mezclado con tierra (permafrost).

Para los próximos años hay previsto un viaje tripulado a Marte, donde se intentarán despejar todas las dudas. Mientras tanto, aún podemos seguir soñando con monstruos ver­des que nos salu­dan un domingo de vera­no, mientras merendamos en el campo con los ami­gos...


Canales de Marte