miércoles, 25 de noviembre de 2020

Historias de π


En un documento egipcio de hace 1.700 años (el papiro Rhind) ya se menciona este número y se le da un valor de 256/81, o lo que es lo mismo 3,1604.

El matemático chino Tsu Chung- Chih (que vivió hace unos 1.500 años) le dio un valor de 355/113, es decir 3,1415929.

La idea de designar el número con el símbolo p es bastante más reciente (de hace unos 300 años ) y se le ocurrió al matemático inglés William Jones, aunque quien popularizó su uso fue el suizo Leonard Euler unos cien años más tarde.

A lo largo de la historia, los matemáticos de todo el mundo han tratado de obtener las mayores aproximaciones a p. Hace 20 años David y Gregory Chudnvsky, de la Universidad de Columbia en Nueva York (EE.UU), hallaron su valor con 1.011.196.691 decimales. Escrita en folios normales, la cifra que obtuvieron ocuparía unas 260.000 páginas.

El año pasado, 14 de marzo de 2019 ("El día de π"), Emma Haruka Iwao, un empleado de Google haciendo uso de Google Cloud logró calcular el valor más preciso para π jamás obtenido. Usando 25 máquinas virtuales y 121 días calculó ¡31.4 billones de dígitos decimales!  (31.415.926.535.897), batiendo el récord anterior de 22.4 billones atribuido a Peter Trueb's en 2016, quien usó una sola computadora rápida, aunque una equipada con dos docenas de discos duros de 6 TB para manejar el enorme conjunto de datos que se produjo y tardó 105 días en calcularlo.

Una precisión de 31.4 billones de dígitos no tiene aplicaciones reales actualmente. Para que te des una idea, la NASA solo utiliza alrededor de 15 dígitos de π para enviar cohetes al espacio. Medir la circunferencia del Universo visible a la precisión de un solo átomo tomaría sólo 40 dígitos; sin embargo, el número π sin duda es fascinante y es muy genial ver como los avances de la tecnología nos permiten conocerlo cada vez más.


Nuevo calendario

 

En el año 46 a.C. entró en vigor la reforma del calendario. Este año fue llamado “Año de la Confusión” porque se alargó de manera que quedaron reparados los errores existentes que se habían acumulado. La reforma sirvió asimismo para hacer que el primer año de la “Era Juliana” empezara el 1 de Enero del 709 de la fundación de Roma.

Así pues el año 708 de Roma (46 a.C.) tuvo 90 días de más, intercalándose un mes de 23 días entre el 23 y el 24 de febrero, y dos meses a fines de noviembre, uno de 29 días y otro de 31 días, y finalmente se añadieron otros 7 días. A partir del año 709 de Roma (45 a.C.) se añadía un día cada cuatro años, entre el 23 y el 24 de Febrero.

El principio de año, que antes era el 1 de Marzo, empezaría definitivamente siempre el 1 de Enero.

 


Julio César, instaurador del nuevo calendario

martes, 24 de noviembre de 2020

Lecturas recomendadas

 Los canales de Marte

En 1877 (como hoy) el planeta Marte se hallaba a una distancia de la Tierra de 99 millones de kms. Los astrónomos euro­peos con teles­copios recientemente perfec­cionados se preparaban para lo que era en­tonces la más cuidadosa observación de nuestro vecino planetario hecha por el hombre. Uno de ellos era el italiano Gio­van­ni Schiaparelli.

En general, la vista o es­pec­táculo que ofre­cía Marte a tra­vés de aque­llos telescopios era borrosa e inte­rrumpida por la variable tur­bu­lencia de la atmósfera te­rrestre que los as­tró­nomos lla­man «vi­sión». Pero había mo­mentos en los que la atmósfera de la Tie­rra se aclaraba y pare­cía observarse con más detalle el disco de Mar­te. Schi­apare­lli que­dó atóni­to al ver una red de líneas finas y rec­tas que cubrían el disco del plane­ta. Lla­mó a estas líneas canali, que en italiano significa «ca­na­les». Sin embargo, cana­li se tradu­jo al in­glés como tales cana­les, pala­bra que implicaba clara imputa­ción de di­seño.

Las observaciones de Schiapa­relli fueron a parar a manos de Percival Lowell, diplomático desti­nado en Corea, quien fun­dó un ob­servatorio privado para estudiar el planeta Marte. Vió los mismos cana­les, amplió su descripción y elabo­ró una expli­cación.

Lowell (en la imagen) llegó a la conclusión de que Marte era un planeta mori­bundo, en el cual había existido vida adaptada a los peli­gros del planeta en cuestión. El principal de estos peligros era la escasez de agua. Lowell imaginaba que la civi­lización mar­ciana había construido una extensa red de canales para transportar agua desde los casque­tes polares hasta los lugares habi­tados en zonas más ecuatoriales. El punto más sólido del razonamiento se basaba en la rectitud de los canales, algunos de ellos descri­biendo grandes círculos duran­te miles de kms.

Lowell pensaba que tales confi­gura­ciones geo­métri­cas no se podían producir por pro­cesos geoló­gicos. Las lí­neas eran dema­sia­do rectas. Unicamente po­dían ser obra de la inteligencia.

Esta es una conclusión con la que todos podemos estar de acuerdo. La di­fe­rencia está en cuál de los dos lados esta­ba la inteligen­cia. La euforia de Lowell hizo que in­cluso viera cambiar el color de los cana­les de pardo a verde  a medida que avanza­ban las esta­ciones marcianas, y cal­culó el índice al que la vegetación de movía a lo largo de ellos, con una aproxi­mación ¡de dos decimales...!

Clyde Tombaugh, el des­cu­bridor del planeta Plutón, explicó en su día que la razón de que Lowell viera canales tenía que ver con los deta­lles de la forma en que montó su te­lesco­pio, que hacía que puntos desco­nectados apa­re­cieran como una línea. Puede que no fuera más que una mala ca­libración del instrumen­tal, y no que necesitara imagi­nar cosas.

El hombre ha visita­do, median­te son­das, casi todos los planetas del sis­tema so­lar. No hay evi­den­cias de la existencia de vida. Hoy en día, aquéllos que desean creer que la vida es algo común en el Uni­verso urgen expedi­cio­nes a Marte en busca de fósiles. La idea es que la vida (como el agua líquida) e­xistió hace un tiempo allí, aunque ahora haya desapa­recido. Según parece, aún se conserva el agua, que se encuentra atrapada en el subsuelo en forma de hie­lo mezclado con tierra (permafrost).

Para los próximos años hay previsto un viaje tripulado a Marte, donde se intentarán despejar todas las dudas. Mientras tanto, aún podemos seguir soñando con monstruos ver­des que nos salu­dan un domingo de vera­no, mientras merendamos en el campo con los ami­gos...


Canales de Marte